El viaje que me ha llevado más lejos

Mi sobrina mayor, la única que vive en Venezuela, decidió casarse en la isla de margarita durante los carnavales del 2022.

Luego de haber pospuesto el matrimonio en Octubre de 2021, la fecha de finales de febrero parecía definitiva, inamovible.

Mi esposa y yo, comenzamos a planearlo todo. Desde boletos aéreos para viajar de Montréal a Caracas, hasta el alquiler del carro para trasladarnos en la isla de Margarita.

Aunque me daba miedo regresar a Venezuela pensando aún en la inseguridad física y en las historias de horror que circulan en medios digitales y redes sociales, me pasé un switch y comencé con Luisa a organizar la logística del viaje, particularmente la solicitud de la visa de turista para nuestra hija canadiense, aún sin documento de identidad venezolano.

La segunda semana de Enero, ya teníamos los tickets para ir via Panamá a Caracas, los pasajes para volar de Caracas a Porlamar, el hotel reservado en playa guacuco y el carro alquilado, además de todos los documentos para solicitar la visa de turista para nuestra hija.

Hicimos la solicitud de la visa, tal y como lo describía la página web de la embajada de Venezuela en Ottawa, Canadá. Enviamos todos los documentos en un sobre vía correo certificado y esperamos. Esperamos una semana, dos y fue a la tercera que nos decidimos a enviar un correo electrónico para tener noticias del trámite y nada, no hubo respuesta. Intentamos llamar al número de teléfono de la embajada y ni siquiera el buzón de voz estaba configurado.

Desesperados, estuvimos a punto de ir a la embajada personalmente, aún sabiendo que no te reciben sin previa cita, y que para este tipo de trámite no hay forma de solicitar una cita para hacer preguntas, validar el estado de tu trámite o hacer consulta alguna.

Fue allí que el primer milagro ocurrió: conversando con nuestros mejores amigos en Montreal, resulta que ellos estaban quedándose por casualidad esa noche en Ottawa, con la intención de ir al día siguiente a tramitar la solicitud de renovación de su pasaporte venezolano.

Así que sin pensarlo, les imploramos que preguntaran por nuestra demanda de visa y que intentarán recuperar el pasaporte canadiense de nuestra hija, que estaba por cierto dentro del sobre certificado enviado para solicitar la visa de turista venezolana.

Aún lo repito y sigo sin creerlo: ellos lo lograron. Recuperaron el sobre entero, con todos nuestros documentos dentro.

Algo insólito que vivieron mis amigos, fue el tremendo regaño que les dió la persona encargada en la embajada, quien refunfuñando les dijo a viva voz que seguía sin comprender porqué la gente seguía enviando documentos para hacer ese tipo de tramites a la embajada, si era obvio que las visas no se estaban tramitando por allí sino en los consulados de los países que conectan directo con Venezuela vía aérea (República dominicana, Panamá y México) 😳

Además del regaño desproporcionado, esa persona le entregó a unos extraños (nuestros amigos menos mal), los documentos de identidad de otra persona, sin pensar en las consecuencias que ese acto habría podido ocasionar. Menos mal que nuestros hermanos, amigos venezolanos recuperaron el pasaporte de nuestra hija y lo trajeron de vuelta a nuestras manos.

Faltando solo 1 semana para la fecha del viaje a Venezuela, y luego de darle mil vueltas al asunto, tomé una decisión que me hizo comprender lo que significa ser adulto cuando le dije a mi esposa: mi amor, yo me quedo en Montreal con nuestra hija y tú vas al matrimonio de nuestra sobrina.

Sentí rabia, impotencia, frustración de ver qué querer a veces no significa poder, que a veces toca aceptar, ceder y resignarse ante lo que la vida te propone.

Ese día grite de rabia y luego transformé esa energía en acción, la que necesitaba mi esposa para viajar tranquila a Caracas, separarse por primera vez de nuestra hija por más de 15 días y después de muchos años, de mi.

En esos días de preparación, hablé con mi psicoanalista en el diván y le dije que esta sería una gran oportunidad para acercarme más a mi hija, demostrarme a mi mismo que podemos estar juntos ella y yo, sin mamita (así le decimos a Luisa en casa), pasarla muy bien, divertirnos y cuidarnos el uno al otro.

Y así han sido estos 14 días, maravillosos. Un regalo inolvidable que me ha ofrecido la vida, unos días en los que he tenido la oportunidad de ser el mejor papá posible para mi hija, el amo de la casa, con todo lo que eso implica: limpiar, ordenar, recoger y sacar basuras, lavar la ropa, peinar, jugar, asear y estar pendiente de todo lo que mi hija necesita y pide, sí, ser y hacer lo que hace mamita todos los días, sólo por unos días.

Este regalo me ha permitido viajar más allá, viajé hacia lo más profundo de mi mismo para conectarme con mi esencia, viviendo con la montaña de emociones que implica criar solo a un hijo, al menos enfrentarlo por unos días, la responsabilidad de hacerlo bien, de cuidarlos, de cuidarme y de estar bien física, mental y emocionalmente.

Viajé más allá de Venezuela, lo confieso. Estos días me han servido para vivir profundamente la aventura de ser el papá de una hija maravillosa, de estar casado con una esposa que lo hace todo para que estemos bien todos los días, para disfrutar de la alegría y el orgullo de darme cuenta que soy un buen padre y que tengo la habilidad de crear un mundo donde mi hija se siente libre, feliz, donde puede reír, cantar, saltar y jugar, y que ese mundo puedo fabricarlo yo, a pesar que mamita no esté allí, con nosotros físicamente.

Lo mejor de todo es que ahora que mi Luisa regrese a la casa, podremos hacer de nuestro mundo un espacio aún más rico, más grande, más completo y todo gracias a esta maravillosa experiencia.

Es un milagro estar vivo, y tener suficiente conciencia para entender que siempre tengo la opción de ver las cosas desde otra perspectiva, una que es positiva, en la que algo voy a aprender para seguir creciendo, mejorando, donde puedo aceptarme como soy, a pesar de que en el camino me pueda doler y costar un poco no importa, ahora tengo la certeza de que si puedo.

44

En enero del 2020 fuimos a celebrar mi cumpleaños en la Ciudad de México con mi familia de sangre. Nos quedamos en la casa de mi hermano, una casona antigua alquilada en la zona de Polanco en el DF, compartiendo con mi cuñada y nuestros 3 sobrinos Ana Sofía, Eva Lucía y el más chiquito Oliver.

Llegando nos dieron la noticia: querían que mi esposa Luisa y yo fuésemos los padrinos de bautizo de Eva y Oliver, y que además aprovecharíamos para hacer el bautizo antes de regresarnos a Montreal.

Así que comenzaron los preparativos: tendríamos que hacer el curso de padrinos en la iglesia, organizar la fiesta de celebración y por supuesto, lo más importante, ir a misa en la iglesia donde tendría lugar el bautizo, y así comprarle las velas y una mantilla que el padre exigía para cada niño a la hora del bautizo.

Era martes y faltaban varios días para mi cumpleaños. El bautizo de los sobrinos sería en dos semanas, así que parecía muy lógico ir a la misa de las 6 de la tarde al día siguiente de haber llegado de viaje.

Nos sentamos en una de esas banquetas largas de la hermosa iglesia mexicana, muy bien conservada y lista para recibir a los feligreses. La mitad de las banquetas estaba llena, así que escogí una de ellas y me senté al lado de Luisa, mi esposa, mi hija Mayah Rosa, mi mamá Gladys y mi sobrina mayor Ana Sofía. Mi hermano se sentó con mi cuñada más atrás.

En medio de la misa, siento que me llaman por la espalda, llamándome por mis dos nombres: “Jesús Enrique …” ¿Y cuándo volteo a quien veo? Nada menos que una de mis mejores amigas de la universidad central de Venezuela, mi querida hermanita Mari Eugenia Sánchez, que vive en Holanda desde hace años y a quien había visto en persona en 2008, léase 12 años atrás.

Me quedé en el sitio y lo único que se me ocurrió decirle fue “¿y qué haces tú aquí vale?”

La abracé emocionado, viendo a mi hermano, mi esposa y mi mamá reír emocionados también, luego de ver que la sorpresa de reencontrarme con mi amiga y la trama que habían armado a mis espaldas durante un par de meses, concluyó como ellos se lo habían imaginado, en un abrazo entre hermanos, en lágrimas de felicidad, dándome así una lección que me quedaría para la vida: toca dejarse sorprender en la vida, fluir y parar de planificar y querer controlarlo todo.

Este reencuentro inesperado, entre otras cosas bellísimas que pasaron en ese viaje, ha hecho que mis 44 años sean irrepetibles, inolvidables.

2008, el año donde cambió todo

Desde finales de 2005, veníamos haciendo los trámites para obtener la residencia permanente canadiense.

Enero (La dulce espera)

Comenzamos el año 2008 esperando. Habían pasado 3 años desde que iniciamos el proceso para convertirnos en residentes canadienses y la hora de recibir la llamada de la embajada canadiense para estampar nuestra nueva vida en el pasaporte, estaba cada vez más cerca. Nada pasaba. Estábamos en espera. Mientras tanto, la angustia y estrés de la inmigración que había logrado controlar durante los últimos dos años, comenzaban a manifestarse más y más. ¿Recuerdo una vez cenando con mi esposa decirle: ¿tú estás segura de que quieres dejar de ser médico, después de 12 años de fructífera carrera? Hasta discutí con ella al verla tan tranquila, me parecía insólito que lo manejara así, con tanta clase.

Febrero (Quemando naves y la muerte)

El domingo de carnavales se nos quemaron los pasaportes, los dólares en efectivo, todos nuestros zapatos, la ropa, pero los documentos de identidad y todo lo que requeríamos para venirnos a Canadá quedaron intactos. El mensaje más claro no podía ser: teníamos que vivir la experiencia de la inmigración.

De una bala tratando de escapar del polvo blanco, fue asesinado uno de mis primos. Ese, el que tenía la misma edad que yo, con él compartí tantas cosas se fue de un golpe. Su partida fue muy fuerte, sobre todo para mi mamá, a quien vi llorar desconsoladamente por primera vez en mi vida.

En la tarde de un miércoles, me llama papá para decirme que se murió mi abuela. Estaba postrada en la cama individual de mi antiguo cuarto en el apartamento Del Valle en el sector Longarai. Papá se borró en el acto. Estaba tan borracho que tuve que hacer malabares para que recuperara el temple para que al día siguiente pudiera asistir al entierro de su mamá. Los recuerdos de esos días me quedaron grabados en la memoria. Vi y sentí de todo. Lloré de tristeza de ver cómo mi papá, estaba devastado, no solo por la noticia sino por su mejor amigo el alcohol.

Mayo (La vida, la muerte y la esperanza del por venir)

Luisa viajó a Cuba a dar unas conferencias de baja visión en niños. Un día antes de su retorno, mientras celebrábamos el primer cumpleaños de nuestra ahijada y la remisión del cáncer de la tía D, esta última, sufrió un aneurisma de la arteria aorta y murió al día siguiente sin poder ver a sus dos hijos. Fue la primera vez que veía a alguien morir luego de ser desconectado de un respirador.

Allí mismo y luego de una corredera para obtener el pasaporte venezolano, fuimos a recuperar la visa de turista que habíamos pedido en la embajada canadiense y boom, nos estamparon la visa de residentes sin ton ni son. De pronto todo se aceleró, el plan B de irnos a Canadá se convirtió en cuestión de minutos en el plan A. Allí comenzó la inmigración.

Viajamos en mayo a la ciudad de Montreal, hicimos lo que llaman aquí el landing, que no es más que el proceso donde uno arranca el cronómetro de la residencia permanente y el de convertirse en ciudadanos canadienses. Visitamos Toronto también, cosa de comparar y decidir en qué ciudad viviríamos.

Montreal y su encantó nos atrapó. Esta ciudad con un toque europeo-norteamericana y un lado latino medio caraqueño, fue fácil de escoger como futuro domicilio. Montreal tiene un no sé qué, un tumbao que nos hizo/nos hace sentir de aquí, como si perteneciéramos.

Septiembre (La partida hacia lo desconocido, un nuevo país, el inicio de la aventura)

El 20 de septiembre a las 12 am tomamos un vuelo de Air Canadá hacia Toronto, Canadá. Llenos de amor, abrazos, tristeza y expectativas nos vinimos a vivir a nuestro segundo país, en el que el amor sigue floreciendo cada segundo y donde me convertí en padre, y acepté el hombre que soy. Así arranco mi vida como ciudadano del mundo.

Llegamos a Montreal a las 7 de la mañana. Un taxi nos llevaría a nuestra morada temporal en la isla de las monjas, una especie de gueto venezolano de la época. Hacia un poco de frío, tolerable, sabroso. Era un día soleado, así que nos fuimos a ver apartamentos para alquilar hasta escoger ese, el más iluminado, el que estaba cubierto por la sombra de un gran árbol en el 146 de la calle François, el #313.

Esos primeros días fueron de adaptación. Todo era nuevo: los olores, la intensidad del color de los árboles, el color del agua del río, la gente, el idioma, el modo de transporte, la moneda, los hábitos y hasta la zona horaria (primera vez que le ponía atención a ese aspecto de la vida). Habíamos perdido todas las referencias, estábamos totalmente desubicados y yo fascinado con lo nuevo.

Viví esos días como el que tiene una misión y debe cumplirla, y no cesar hasta lograrlo: me levantaba temprano y acostaba tarde.

Una vez mudados a nuestro nuevo refugio, nos sentimos en el piso y acompañados por nuestras maletas, una mesa y cuatro sillas, compartimos nuestra primera comida como inquilinos en Montreal, Canadá. Celebramos, con un poquito de nostalgia, celebramos.

Octubre (en la búsqueda de trabajo)

Una semana después de la llegada, comencé a buscar trabajo, ese era mi trabajo. De 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde, pasaba las horas preparando mi currículum, indagando, navegando en internet buscando un puesto de trabajo donde mis competencias pudieran ser útiles. Luego de más de 50 postulaciones, un par de respuestas negativas, y de un curso de para inmigrantes buscando empleo, más varias, bastantes decepciones, y muchas ganas de quedarnos. Se abrió una puerta inesperada

Noviembre y Diciembre (El primer otoño, mi primer trabajo y primera gran nevada )

A finales de octubre recibí una llamada telefónica. Estábamos en la ciudad de Quebec, era martes y el cielo era de color gris. Luisa presentaba por primera vez el segundo examen de equivalencia que requieren pasar los médicos extranjeros aspirantes a ser médicos en la provincia.

Me invitaban a hacer una segunda entrevista en Averna Technologies, una empresa de tecnología ubicada en la famosa ciudad de la multimedia en el centro de Montreal. Querían saber cuánto aspiraba cobrarles por mi hora de trabajo. No entendía lo que me preguntaban, no me entraba en la cabeza, estaba confundido entre el acento francés quebequense de la persona que me había llamado y mis propios nervios.

Escribí por correo electrónico para confirmar mi asistencia a la entrevista y pensé cuánto podrían costar mis servicios por hora. Me convertiría en consultor en desarrollo de aplicaciones web por primera vez en el extranjero.

Pedí 26 y me dieron 27 dólares por hora, que locura. A los dos días fui al banco y al decirles que tenía empleo me ofrecieron sin titubear, si quería subir el crédito de mi tarjeta de crédito de 500 $ al doble. Me trataron como un rey, me sentí orgulloso de mi mismo, de lo que comiénzanos a conseguir en nuestro nuevo país, a solo un mes medio de habernos instalado.

Así comencé a trabajar un 3 de noviembre. Allí pasé 6 meses hablando muy poco y escuchando mucho para aprender el acento, los modismos, las bromas, lo que convenía socialmente para subsistir. Seguí, seguí y así avancé hasta conseguir que me emplearan de forma permanente. Estuve con ellos durante casi 4 años.

La primera nevada cayó sobre la ciudad un 15 de noviembre. Fue un caos. Estuvimos 2 horas atascados en el tráfico dentro del autobús que regularmente se tomaba 15 minutos en recorrer ese mismo trayecto. Cayeron 60 centímetros de nieve esa tarde noche solamente, todo colapsó por una noche, todo se detuvo y por un minuto pensé (aquí también existe el desorden, como en mi país).

La sorpresa del desorden duraría horas. El día siguiente las calles habían sido totalmente despejadas, el tráfico desaparecido y a pesar de la nieve que siguió cayendo, la ciudad actuó como si nada había pasado. Ese día entendí que estaba viviendo en otro espacio, en una dimensión desconocida, algo que me tocaría descubrir y apreciar con el paso de los años.

De la idea de escribir algo al diálogo interno con mi otro yo

Aquí estoy sentado en la cocina de mi casa en Montreal, listo delante del teclado de mi teléfono celular, tratando de hilar con palabras lo que viene de adentro, eso que mi diálogo interior, mi otro yo me dice que escriba.

Las líneas emergen poco a poco. Una oración tras la otra, el texto lentamente se va mimetizando, para luego convertirse en párrafos que en algún momento tomarán sentido.

Es un proceso creativo, orgánico y liberador. Escribir es una de las formas que he encontrado para darle sentido a lo que soy, de una manera iterativa, cíclica, a veces sin sentido perceptible en el momento en el que escribo, pero definitivamente necesario para expresar lo que con la voz no es posible.

Mi esposa me habla, mi hija da vueltas a mi alrededor quitándome la gorra que llevo puesta. El diálogo interior sigue su curso, como una conversación entre venezolanos, de esas en las que saltamos de un tema a otro, hacia delante y hacia atrás sin parar.

Este va y ven, este baile que aquí describo, se expresa mediante la escritura, se amplifica con la lectura y toma forma mediante los dibujos que hago jugando con mi hija y los diagramas que fabrico para comunicar mis ideas en el trabajo.

Escribir es un espacio creativo, donde me doy la libertad de ser quien soy.

Mientras tanto Pedro me llama por teléfono, me interrumpe diciéndome que me olvide de ir a Venezuela, que es imposible que me de tiempo de conseguir la visa para mi hija, que deje de soñar, que pare de escribir, recordándome que es momento de volver a la tierra, a la realidad.

Pero sigo en mi mundo lleno de palabras. El diálogo interno se intensifica, la sensación de adrenalina que me provoca la escritura, se hace presente en todo el cuerpo, me impide parar, me invita a seguir escribiendo.

Mi esposa sigue dándome ideas, mientras me dicta nombres mientras cocina. A lo lejos se escucha mi hija, tomando su ducha vespertina de todos los días y yo sigo aquí, sentado en el banco blanco en la cocina de mi casa, en mi burbuja, en mi diálogo con mi otro yo, el otro yo que escribe.

Ser padre

Siempre había querido ser padre, creo que desde que me convertí en uno desde que fui abandonado por el mío. Esa sensación de amar, dar y recibir, esa oportunidad única de enseñar y cuidar a otra persona, que va creciendo y se va moldeando con tu ejemplo, con tu ayuda, a tu semejanza me ha fascinado desde que soy un adulto.

Desde que ese deseo se convirtió en realidad, he descubierto miles de facetas desconocidas e inesperadas en este rol, único y fundamental en la sociedad y en la familia que es el del padre.

Mi amor por los niños, la fuerza de verte reflejado a través de los actos de tu hijo, el tamaño infinito de ese amor imposible de repetir y sus diferencias marcadas con el amor que le tengo a mi esposa.

Es muy singular este sentimiento, es una responsabilidad que no tiene fin, que me identifica y confronta con mis valores y principios, llena de altas y bajas, de cambios de todo tipo, la experiencia ultra sensorial que puede elevarte y al mismo tiempo tirarte por el suelo.

Ser padre me ha permitido aceptar la imperfección, lo que consideraba eran errores de crianza y comportamiento de mi padre, abriéndole espacio a la flexibilidad, la compasión y la autocompasión.

Ser padre me ha hecho entender mejor la vulnerabilidad de ser humano, de estar vivo, de lo bonita que es la vida compartida, el amor en una de sus máximas expresiones.

Que alegría que he tenido el coraje de ser todos los días un mejor hombre, una mejor persona, alguien que se ama y se acepta como es y así puede amar mejor al resto del mundo.

Un deslave y 20 computadoras

En 1999 fue el deslave de la guaira. Recuerdo ver llover sentado en una de las mesas de la cafetería de la facultad de ciencias de la UCV donde estudiaba el pre grado en ciencias de la computación.

Era 14 de diciembre y llovía mucho, sin parar. Al día siguiente, el responsable del centro de computación nos decía que teníamos que hacer algo para ayudar y que la gente de responsabilidad civil estaba buscando una forma, un sistema a través del cual se pudiese saber en qué refugio se encontraban las víctimas de la vaguada, para así poder facilitar el reencuentro con sus familiares a través del país.

Así, de una tragedia enorme, nació la idea de juntarnos para crear una base de datos en la que a través ee voluntariado, pudiéramos ingresar las listas de personas que llegaban a los refugios y poder hacer visible al país, a sus familiares por donde comenzar a buscar.

Fue glorioso veraniego mi proposición caló en la cabeza de mis amigos estudiantes y que todos los días, nos encontraríamos en aquel centro de computación, para juntos conectar ayudar a conectar a las personas, unir a las familias.

Pasamos 15 días haciendo esto: llegábamos a las 8/9 am y nos íbamos a las 7/8/9 de la noche. Hacíamos turnos, echando vaina de la buena, riendo mientras transcribíamos datos y más gente llegaba para apoyarnos como voluntarios. Recuerdo que hasta en la radio RCR me entrevistaron para hacer visible lo que estábamos haciendo.

Comenzamos a recibir comida donada para apoyarnos de diferentes locales e instituciones, y hasta fuimos a animar con nuestras parrandas navideñas a los refugiados del estadio de la UCV y repartir insumos a la gente que estaba en el poliedro de caracas.

Allí supe que mi misión en la vida era conectar a la gente, ayudar al prójimo y hacer uso de mi talento de animador para inspirar a los otros.

Un Incendio y mil manos

En Febrero de 2008 vivíamos en el cuarto de mi esposa en la casa de mi suegro. Habíamos reducido nuestras pertenencias acumuladas durante nuestros 5 años de matrimonio, al espacio que nos daba esta habitación y el closet de otra.

Estábamos sólo a 7 meses de la fecha de emigrar a Canadá, ansiosos esperando la llegada de la visa de residentes canadienses a la embajada de Canadá en caracas. Esa noche de carnaval, era domingo alrededor de las 7pm cuando salimos vestidos de mono y ropa deportiva, a compartir un risotto en casa de una muy buena amiga que vivía en san Bernardino.

El suegro se quedó en la casa viendo su televisión en el estudio de la planta baja de su casa. Alrededor de las 9pm, mi esposa recibe una llamada telefónica de un número desconocido de un número fijo cantv. Era la vecina que asustada nos anunciaba curiosa y asustada que había un incendio en la casa de mi suegro y que los bomberos estaban allí.

Salimos disparados, acelerando a toda velocidad por la cita mil de caracas. Una vez en la calle vimos un despliegue tipo CSI de bomberos y policías frente a la casa del suegro, y si no era humo era agua lo que salía de la casa.

En el techo montados habían múltiples bomberos apagando el incendio que una chispa en el calentador de agua ubicado en el closet de nuestro cuarto había iniciado. Mi suegro estaba a salvo, y los bomberos sabiendo que éramos miembros de la familia que habitaba la casa, nos dejaron entrar.

Un gran tubo aspiraba el humo que venía desde la planta superior de la casa y lo arrastraba hacia la planta baja. Había agua por todos lados, era impresionante y lo más impresionante fue como en esa tragedia siendo nosotros las víctimas, aparecieron manos voluntarias de todas partes.

Una tropa de vecinos que jamas habíamos visto, se apersonaron cepillo en mano para sacar el agua de la planta baja hacia la acera de la calle. Estuvieron horas haciéndolo sin parar y cuando la misión desagüe terminó alrededor de las 3am, desaparecieron como vinieron, si dejar rastro, sin pedir cuentas. Al día siguiente, apreció la tropa que venía a darnos ropa y cobija.

Nos quedamos sin pertenencias, si closet ni cuarto principal, sin desodorante, zapatos ni nada. Y así como yo ayudé a otros, el círculo de la vida trajo a esta tropa de gente que limpió nuestra casa, nos alimentó, vistió y hasta los escombros del incendio ordenó y montó en camiones.

Escribiendo estas líneas me doy cuenta de como la vida te da lo que ofreces, bello círculo nop?

El abrazo inesperado

Era 17 de Mayo del 2007 y estábamos reunidos en la gatera, la casa de mi suegro, celebrando el primer año de vida de mi ahijada Val.

La tía D, llegó de su trabajo alrededor de las 2 de la tarde y aún celebrábamos la gran noticia de su estado de remisión del cáncer de seno que había estado asediando su vida.

La tía D siempre mencionaba a sus dos hijos varones, el mayor que vivía en Australia y el menor que había faltado a la fiesta porque andaba en la playa. Avanzada la celebración, escuchamos un grito y de repente todo su agitó.

Mi cuñado médico saltó sobre la tía D, luego que de verla gritar de dolor llevando su mano al corazón y cayendo de la silla en la que se encontraba.

De allí, un grupo se fue a la urgencia de la clínica la floresta mientras yo me quedaba atrás asistiendo a las hermanas de la tía D para luego llevarlas en mi carro a ver el estado de su hermana en la clínica.

Una vez localizado el hermano menor, lo puse al tanto de la situación y me puse el sombrero de hermano mayor, puesto que el verdadero estaba a miles de kilómetros tratando de abordar un avión que lo llevaría a caracas 3 días más tarde.

Hubo muchos trámites, miles de cosas administrativas que resolver y le tocaba al hijo menor hacerlo, pero él, estaba perdiendo a su madre, ella se estaba muriendo y yo podía simplemente ayudarlo a conectarse con el momento, con la partida de su mamá, con la familia y con su hermano que no podría ser testigo de la muerte de su madre dos días después del episodio en la gatera.

En 2011, el hermano mayor vino a visitarnos en la ciudad de Montreal y sentados compartiendo una Poutine (papás con salsa), se levantó de la mesa y me dijo esta palabras que nunca olvidaré: mi hermano me contó lo que hiciste durante el episodio de la muerte de mi mamá. Gracias por haber ayudado a mi hermano cuando yo no pude.

Una vez más en la emergencia y en las tragedias de la vida, pude ayudar a conectar a otros y hoy con lágrimas en los ojos recuerdo ese abrazo fraternal de agradecimiento que pocas veces recibimos durante nuestras vidas.

Crónicas desde la distancia: Variaditas

Bienvenidos a Canada

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El año 2014 comenzó bien, apresurado, transcurrió raudo y veloz  como el viento a la orilla del mar. En Enero fuimos invitados a tomar el examen para optar a la ciudadanía canadiense. En Marzo, mientras AirCanada suspendía de manera indefinida operaciones desde y hacia Venezuela, Chami y yo nos convertíamos en ciudadanos canadienses, en una ceremonia que nos reenvió directamente al terruño, nuestra Venezuela. Una jueza bien simpática, envestida con todos los poderes otorgados por las leyes canadienses, con mucha alegría, orgullo, orden y seriedad, nos daba la bienvenida a 60 personas provenientes de 28 diferentes países, quienes optábamos por convertir nuestra intensión en un certificado con nombre de país norteamericano. «Bienvenidos al país de las oportunidades, Canadá cuenta con ustedes para seguir enriqueciendo nuestra diversidad, contamos con su aporte para ser mejores», decía la señora mientras algunos lloraban, otros reían y nosotros pensábamos que hacer para obtener un pasaporte, ya que este cambio de estatus nos convertía de residentes permanentes (eso incluye entregar la carta de residente permanente, documento requerido para viajar) a ciudadanos del mundo. Dos nacionalidades, dos países, dos realidades, el norte y el sur en el mismo corazón, dos ciudades miles de culturas, sentimientos encontrados, cambios.

Confianza en el sistema

confianza

Luego de obtener el certificado de ciudadanía canadiense, hay que esperar dos días para aparecer en el sistema. Ese jueves, ambos fuimos confiados que el sistema cumpliría con su palabra, a la oficina encargada de la emisión de pasaportes. En la entrada, poco o casi nada de cola para presentar los documentos exigidos para el trámite del documento de identidad, tal y como lo indican en el sitio web de identificación Canadá. La señorita nos atendió muy amablemente y extrañamente no utilizó ni una sola vez la frase «Mi amor», muy popular en el vocabulario de los funcionarios públicos que rigen los destinos en la Venezuela de estos tiempos. Nos pidieron tomar asiento, todo estaba en silencio, nada de ruidos, celulares sonando, niños brincando, gente riendo a carcajadas, nada de nada. 20 minutos después, nuestro número fue reclamado en una de las taquillas y la chica nos vuelve a sorprender esta vez pidiéndonos la fecha del próximo viaje, en nuestro caso era 4 días hábiles más tarde. Aunque es posible habilitar el trámite del pasaporte, para obtenerlo más rápido, la chica nos dice con la tranquilidad del que conoce lo que hace, «no es necesario que pague para obtener su pasaporte por la vía expresa ya que un día antes de su viaje, su documento estará listo». Total incredulidad y asombro fue el reflejo inmediato de ambos. Para colmo, cuando preguntamos si tendríamos que venir ambos, personalmente a buscar el documento, la muchacha categóricamente amable dice nuevamente: «no hace falta, en este papel que le estoy dando «recibo tipo esos que emiten los cajeros automáticos», allí firma autorizando a la persona que vendrá a reclamar el pasaporte y listo»….. Así quedamos, llenos de asombro y mayor fue nuestra sorpresa al confirmar que un día antes de nuestro viaje, tal y como ofrecido, el documento había sido emitido sin problema. Que maravilloso es confiar en el sistema.

La Caja de la felicidad

Tener familia y amigos es lo máximo, y viviendo a muchos kilómetros, debido a la distancia que separa Canadá de México, Estados Unidos y Venezuela, convierten el mantenerse en contacto todo un reto. Se requiere mucha astucia, paciencia, estrategia y buena planificación para que tus seres queridos reciban una muestra, un regalo, un detalle vía el servicio de correos, que represente el amor y lo mucho que los quieres y extrañas. Aquí les va un ejemplo que ilustra que el amor no tiene fronteras ni límites:

Mi mamá estuvo en Venezuela durante el mes de Noviembre del 2014, dos semanas primero en la capital (Caracas), luego una semana y unos días en la isla de Margarita y después unos días de vuelta en la capital antes de partir a México. Durante el trayecto recolectó:

  • Zarcillos hechos a mano por artesanos de las playas de la isla de margarita para Chami
  • Mandó a hacer con un artesano local de la isla, una virgen pintada en una sola madera a dos piezas, una para mi hermano que vive en México y la otra para mí que vivo en Montreal.
  • En Caracas buscó referencias y compró 4 películas que le recomendaron y que según nuestros gustos podrían gustarnos.
  • Pasó de visita por la casa de mi suegro (el papá de Luisa) y trajo de allá la película «Libertador» enviada por mi cuñada Cristina.
  • Desde Puerto Ordaz, Estado Bolívar mi tía Lissette le hizo llegar una foto gran formato de mi abuela Apolonia cantado y una cesta hecha por los indios para nuestra cocina.
  • Compró cholocates Carré, dos latas de Pirulin, Samba y Cocossette.
  • Siendo Magallanera consiguió y compró el libro que le encargó Chami titulado «Mari Montes Crónicas fanáticas Leones».
  • El libro Objetos no declarados de Héctor Torres, una pieza literaria imprescindible en estos tiempos de caos caraqueño.
  • Una gorra dry-fit de los gloriosos Leones del Caracas.

En Diciembre, viajó a ciudad de México y desde allá recolectó los regalos que mi hermano, mi cuñada y mi sobrina enviarían junto con los anteriormente mencionados:

  • Una franela dry-fit para hacer ejercicios
  • Dos bufandas finísimas para hacerle frente al frio
  • Una cartica hermosa escrita por la hermosa enana Ana Sofía.

El amor envuelto en papel de regalo, repleto de etiquetas, sellos, tiempo y dedicación es simplemente la que yo llamo la caja de la felicidad.

Inspiración

Hasta la próxima publicación

Jesús

Crónicas desde la distancia – La realidad, ¿existe ?

me-duele-la-realidadMi realidad

Ciudad: Montreal, Quebec, Canadá

Fecha y Hora: Domingo 02 de Marzo de 2014, 3 pm.

Estación: Invierno, Temperatura exterior -10 grados centígrados

Nivel de ruido exterior (en decibeles): 0 db

Inseguridad personal: Casi nula, prácticamente inexistente

Manifestaciones en las calles: Un festival llamado Montreal en Lumière, mantiene a la gente ocupada en las calles que conforman el complejo de la plaza de las artes, hasta el final del día de hoy. Conciertos musicales, juegos, toboganes de hielo, DJ y VJ exponen su mejor cara durante quince días con el proposito de divertir a los ciudades.

Libertad de expresión: todo el mundo dice y hace lo que quiere, cuando quiere

Abastecimiento: Como todos los fines de semana desde hace ya 5 años, fuimos al auto mercado ubicado cerca del apartamento, hicimos nuestras compras, encontramos todos los productos que nos gusta comer, el problema fue decidir que marca y tipo de producto comprar dada la variedad disponible.

Nivel de lucha social requerido para alcanzar lo que quiero en la vida: 0 (cero)

Requisitos para comprar dólares u otra moneda extranjera: poseer dólares canadienses y tener ganas de ir al banco

Concentrado en: lo que dicen sobre Venezuela en el Twitter, y en las redes sociales.

La realidad de mi Papa

Ciudad: El Valle, Caracas, Venezuela

Fecha y Hora: Domingo 02 de Marzo de 2014, 3.30 pm.

Estación: No hay estaciones en Venezuela dado que es un país del trópico, temperatura exterior 24 grados centígrados

Nivel de ruido exterior (en decibeles): intermedio, elevado db

Inseguridad personal: El azar es simplemente la medida. Encerrado en su apartamento, pareciera una fuerza divina la que lo cuida y mantiene lejos de las estadísticas oficiales.

Manifestaciones en las calles: Marcha estudiantil desde varios puntos de la ciudad hasta la Plaza Brión en Chacaíto, Caracas.

Libertad de expresión: Limitada según las circunstancias, las personas que estén a tu alrededor, el color de tu partido político.

Abastecimiento: Un rollo de papel higiénico que le consiguió un vecino y que le dio por caridad, no se consigue leche en polvo y el aceite comenzaron a venderlo por cucharadas en lugar de por litro. El problema, encontrar el supermercado donde se consigan los productos de la cesta básica. Adicionalmente, hay que conformarse con la única marca disponible y la cantidad limitada que podrás adquirir, según lo que decida el propietario del local.

Nivel de lucha social requerido para alcanzar lo que quiero en la vida: 2000 veces el esfuerzo requerido por un canadiense.

Requisitos para comprar dólares u otra moneda extranjera: Está prohibido adquirir dólares libremente así tengas el dinero, debes participar en una subasta de dólares, luego de suministrar un montón de requisitos, en algo llamado Sicad II y quizás con suerte, alguna palanca (amigo), te asignen algunas divisas.

Concentrado en: lo que transmiten en la televisión, porque después de la fractura de cadera que sufrió en 2011, quedó limitado y no puede caminar ni estar mucho tiempo de pie, así que su ventana para ver el mundo es un televisor que mide 19 pulgadas, y cuya programación está regulada por el gobierno, para que él y otros en similares condiciones sientan, que el país está en santa paz, disfrutando de los carnavales chéveres.

En conclusión, creo que podría darle la razón a aquel brillante profesor de postgrado, que en nuestra primera clase de negociación nos dividió preguntando: la realidad, ¿existe?

Hasta la próxima crónica.