Ser padre


Siempre había querido ser padre, creo que desde que me convertí en uno desde que fui abandonado por el mío. Esa sensación de amar, dar y recibir, esa oportunidad única de enseñar y cuidar a otra persona, que va creciendo y se va moldeando con tu ejemplo, con tu ayuda, a tu semejanza me ha fascinado desde que soy un adulto.

Desde que ese deseo se convirtió en realidad, he descubierto miles de facetas desconocidas e inesperadas en este rol, único y fundamental en la sociedad y en la familia que es el del padre.

Mi amor por los niños, la fuerza de verte reflejado a través de los actos de tu hijo, el tamaño infinito de ese amor imposible de repetir y sus diferencias marcadas con el amor que le tengo a mi esposa.

Es muy singular este sentimiento, es una responsabilidad que no tiene fin, que me identifica y confronta con mis valores y principios, llena de altas y bajas, de cambios de todo tipo, la experiencia ultra sensorial que puede elevarte y al mismo tiempo tirarte por el suelo.

Ser padre me ha permitido aceptar la imperfección, lo que consideraba eran errores de crianza y comportamiento de mi padre, abriéndole espacio a la flexibilidad, la compasión y la autocompasión.

Ser padre me ha hecho entender mejor la vulnerabilidad de ser humano, de estar vivo, de lo bonita que es la vida compartida, el amor en una de sus máximas expresiones.

Que alegría que he tenido el coraje de ser todos los días un mejor hombre, una mejor persona, alguien que se ama y se acepta como es y así puede amar mejor al resto del mundo.

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